Llévame a casa

AUTOR: Jesús Carrasco

NOVELA

EDITORIAL: Seix Barral

Desde que leí Intemperie en 2013 el reencuentro con algo escrito por Jesús Carrasco me provoca la misma desazón que me embargó durante la lectura de aquella primera novela. Leo a este novelista de prosa sobria y emociones contenidas sumida en recelosa alerta, como a la espera de que en cualquier momento irrumpa de entre sus páginas el demonio que merodea agazapado y que nunca termina de llegar. De dicha incomparecencia se desprende una perturbadora conclusión: los demonios los traemos todos dentro y Carrasco se limita a sacarlos un ratito a pasear. 

Me gusta de este novelista precisamente lo mismo que me desasosiega: su habilidad para escarbar en los dramas cotidianos hasta dar con lo que allí hay de universalmente amenazador y desquiciante. De esperanzador también, pero en dosis más bajas, o eso me parece a mí, cada cual lee en función de sus demonios. 

Juan se ve obligado a viajar desde Edimburgo hasta su pueblo natal con motivo del fallecimiento de su padre. Destaca en esta primera parte de la novela la idealización que hace el protagonista de su vida en el país extranjero, como si la distancia geográfica y el expresarse en otro idioma rebajasen la mediocridad de su vida por allá, entrevista en las alusiones a sus empleos precarios. Pareciera que amanecer cada día bajo el cielo escocés fuese en sí mismo un éxito que distanciase a Juan del joven aldeano que habría sido de no haber puesto tierra de por medio. 

Se reflexiona también, desde distintos flancos, sobre la ingente tarea que la mujer, encarnada en Isabel, hermana de Juan, asume casi siempre en el cuidado de los padres posponiéndose a sí misma indefinidamente. El deber moral de cuidar de los padres y las renuncias y gratificaciones que de ello se derivan es el hilo conductor que enlaza la primera parte de la novela con la segunda. A medida que Juan asume que no volverá a Escocia con la rapidez que había previsto y va encajando su responsabilidad en el cuidado de su madre diagnosticada de alzhéimer, se irá reconciliando con su deslucido pasado rural y se recupera de paso a sí mismo. Se disolverán su frustración y su amargura según se vaya fundiendo su egoísmo, según descubra en la humilde épica de lo pequeño que en ocasiones sólo nos salvamos a nosotros mismos salvando a los demás. Creo que exactamente eso es lo que sugiere el título.